Reflexiones para tí.

Coré

Y la tierra abrió su boca y los tragó a ellos y a Coré, cuando aquel grupo murió, cuando consumió el fuego a doscientos cincuenta varones, para servir de escarmiento. Mas los hijos de Coré no murieron. Números 26:10, 11.

Todos recordamos la rebelión de Coré, Datán y Abiram. La conocemos así, y los nombres de los cabecillas los aprendimos en este orden. Incluso Judas, en su epístola, señala: :‘¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la contradicción de Coré” (Jud. 11). Por más que fueron ellos y 259 príncipes más, la simple mención de su nombre nos lleva a la historia donde se discute por poder en la mitad del desierto.

Me parece que está claro que quien comenzó el proceso revolucionario fue Coré; sin embargo, en el momento en el que Dios juzga la acción, las familias de quienes lo siguieron (Datán y Abiram) son destruidas, tragadas por la tierra, pero los hijos de Coré sobreviven. No solamente esto, sino también más tarde los descendientes del levita revolucionario serán los responsables por la música en el Templo, estarán delante de la presencia de Dios y dejarán varios salmos, que forman parte del canon bíblico. Como mínimo, parece injusto.

Más injusto, si recordamos que el cabecilla era miembro de la misma tribu que Moisés. El ataque está centrado en Moisés y en Aarón. Básicamente, según ellos, los hermanos habían usurpado los primeros lugares de la congregación y manejaban todas las decisiones, tanto las políticas como las espirituales.

En realidad, el ataque llega a Dios. La situación es parecida a lo que sucede hoy cuando alguien intenta atacar el liderazgo del elegido de Dios. No nos corresponde criticar, ni atacar ni difamar. A pesar de todo, el amor de Dios para con el pecador es inmenso. Los hijos de Coré se salvan porque no acompañan a su padre en la rebelión; por eso, Dios no los destruye y les perdona la vida.

No importa lo que tu padre (madre, abuelo, tío o primo) haya hecho o dejado de hacer. Dios te mira a ti y a tu corazón para definir, en forma individual, si “te traga la tierra” o si vas a cantar salmos en su Casa de oración.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor






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